“Sin la paz no podrían tener una perspectiva de futuro”
Entrevista con Dong Nguyen Huu, Coordinador Regional en San Miguel y Usulután de la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador, ONUSAL.
Hace 30 años, Dong Nguyen Huu, estaba ya en El Salvador como Coordinador Regional en San Miguel y Usulután de la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL), que inició con un mandato de verificación del cumplimiento del Acuerdo de San José sobre derechos humanos, y que, en sus propias palabras, fue uno de los factores importantes que impulsó la firma de los Acuerdos de paz de El Salvador. Posteriormente el mandato de ONUSAL fue ampliado para verificar el cumplimiento de todos los Acuerdos de paz y para apoyar la organización de elecciones libres, independientes y creíbles.
Dong Nguyen es doctor en economía, máster en sociología y licenciado en ciencias políticas. Como funcionario de las Naciones Unidas participó en diferentes misiones electorales, en países como Nicaragua, Haití, Sudáfrica y en Eritrea, en este último fue jefe adjunto de la misión. Entre su amplia experiencia destaca como uno de los expertos internacionales que seleccionó a los miembros de la Comisión Electoral Independiente de Irak, además de ser el líder del equipo de la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES, por sus siglas en inglés) en la misión de evaluación de necesidades en Kenya. En 2018 recibió el Premio Joe Baxter a la Excelencia en Administración Electoral.
En el contexto de la conmemoración de los 30 años de la firma de los Acuerdos de paz, Dong ofreció esta entrevista en la que plantea la importancia que la paz tiene ahora para que los jóvenes puedan tener una perspectiva de futuro, así como el reto de profundizar en la justicia social para sostener la paz.
¿Por qué entró en ONUSAL?
La ONUSAL para mí era la continuación de una misión de observación electoral en Nicaragua. En los años 80 y 90 nosotros como funcionarios de las Naciones Unidas recibíamos la asignación de los jefes para ir a las misiones afuera. En 1989 me llamaron de Nueva York para decirme: te hemos seleccionado para ir a Nicaragua.
Estando allá escuché el terrible asesinato de los seis jesuitas. Antes, como acababa de llegar de Bangkok, mi cabeza estaba en Asia, no en Centroamérica. Con Nicaragua tomé conciencia de que hay una historia de violencia horrible en Centroamérica y de la situación en El Salvador. Además, tuve la oportunidad como miembro de la CEPAL de trabajar con la UCA en ochenta y ocho, y principio de ochenta y nueve. Entonces conocí un poquito la situación, pero sin realmente meterme, porque yo soy economista de formación, entonces no entré en la política.
Cuando ya regresé de Nicaragua, me enviaron a Nueva York, para trabajar con el Departamento Económico y Social de la Secretaría, mientras en El Salvador siguió mi conexión con el jefe de la misión de Nicaragua que era Iqbal Riza y me dijo: bueno, ahora están negociando en Centroamérica, en El Salvador, en Nicaragua, en Guatemala. Entonces vamos a preparar una misión en El Salvador esperando la negociación entre los partes del conflicto y la decisión, por supuesto del Consejo de Seguridad. Este fue el contexto.
Siempre antes de una misión establecida formalmente, enviábamos una misión evaluación para ver si los partes están de acuerdo con la presencia de las Naciones Unidas o no, porque tiene que recibirse una invitación del gobierno y de los actores políticos y sociales antes de venir. Este es la primera cosa que yo quiero insistir: la llegada de la ONUSAL fue una invitación de los actores salvadoreños. La paz en El Salvador no la firmó la ONU, la firmaron los actores salvadoreños. Esa es la dignidad de los salvadoreños y yo diría en el éxito de la comunidad nacional y no se puede olvidar.
¿Cómo fue su experiencia en El Salvador?
¿Tú recuerdas la famosa declaración de Napoleón? Napoleón dijo: yo no necesito 100 batallas para aprender lo que tengo que hacer, una es suficiente. Y yo dije, como no soy Napoleón, necesito al menos 3 experiencias para entender lo que se tiene que hacer, la primera fue Nicaragua, la segunda El Salvador y la tercera Sudáfrica.
Lo que aprendí de esta experiencia, es que tenemos que ajustar el mandato, que es siempre nuestra base legal, a la realidad del terreno, te doy un ejemplo hablamos de la necesidad, por ejemplo, de respetar los derechos humanos. Está bien. Esta es una necesidad, pero ¿cómo hacerlo? ¿cómo explicarlo concretamente? Yo recuerdo en mi caso en 1992, me llamó un día un colega chileno que estaba a cargo de la capacitación de la nueva policía civil, me llamó diciendo: señor coordinador, tenemos una situación en nuestro campo de asignación porque los cadetes de la policía están en huelga.
Llegué al centro de capacitación, vi a 40 policías en silencio, no hablaban, no decían nada ¿Y qué pasó? el instructor chileno me dijo: mira, estamos organizando esta noche una patrulla como forma de capacitación, pero ellos no quieren salir. Yo les pregunté ¿por qué no quieren salir de patrulla? Después de 15 minutos de silencio uno me dijo, -mira, estamos aquí en capacitación, pero los instructores nos mandan a la muerte. -¿Por qué dicen que los mandan a la muerte si solo es una capacitación de patrulla nocturna?
Dijo: Sí, pero en este país usted no va de patrulla en la noche con pistola y menos con armas pesadas, porque la cultura de ellos era la cultura militar. Organizar una patrulla es organizar una búsqueda. La segunda razón era que las pistolas eran más caras en el mercado negro, porque son más fáciles de esconder y se podían utilizar para asaltos, entonces si tú vas con una pistola te la van a robar y te van a matar. Esta es la experiencia, si cambiamos la cultura militar para una cultura más de policía, tenemos que tomar en cuenta el contexto.
Tenemos que respetar la cultura de la gente, tomar en cuenta lo que viven. Por eso lo más difícil en nuestro trabajo es cultural, cómo cambiar progresivamente, cómo actuar de manera tal que la gente se dé cuenta de la necesidad de que ellos cambien también. Sin forzarlo porque no tenemos tampoco que imponer.
La segunda experiencia que yo tengo de El Salvador es el manejo de las sensibilidades nacionales de mi propio equipo. Yo tengo una fotografía donde estamos como 12 personas con 10 nacionalidades diferentes y de 5 o 6 profesiones distintas también: abogados, militares, policía, servicio de inteligencia, del Ejército, ¿cómo manejar este equipo, preservando su profesionalismo y orientándolo hacia el objetivo común que es cumplir con la misión de la ONU? Decirlo de manera general es fácil, pero en el terreno cada nacionalidad tiene su propia sensibilidad. Ese es el trabajo de un coordinador. No es alguien que demanda, es alguien que armoniza las actividades y reduce los conflictos eventuales, las diferencias entre culturas diferentes.
¿Qué elementos ayudaron a que el acuerdo de cese al fuego persistiera y que a largo plazo del proceso de paz no tuviera retrocesos en el país?
Si lo vemos como proceso, la misión de la ONUSAL era, en primer lugar, observar el respeto de los derechos humanos y esa era una forma de control del conflicto armado. Hoy muchas guerras empiezan sin declaración, porque una declaración implica un mínimo de control internacional de la violencia de la guerra a través de las convenciones de Ginebra, por ejemplo. Cuando no está declarada, no hay razón para respetar ningún convenio. Entonces, reconocer la necesidad de proteger y de respetar los derechos humanos de ambos lados fue una forma de reconocer que la guerra debía ser controlada.
La ONU también cambió su mandato para observar el respeto de los Acuerdos de paz, la desmovilización de una parte del Ejército y también de las fuerzas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. El acuerdo incluía un proyecto de capacitación, de reintegración de las fuerzas combatientes en la vida civil y económica para pudieran trabajar y mantener sus vidas, eso era una forma de consolidación de la paz.
Y la tercera etapa, en 1993 y 1994 se organizó la observación electoral, porque a través de una elección aceptable, creíble, libre y justa habría una estabilización de las instituciones.
Estos pasos: observación de los derechos humanos; observar el acuerdo de paz, con un programa importante de reinserción de las fuerzas combatientes; y la observación de las elecciones que estabiliza las instituciones, son los elementos para explicar finalmente la sostenibilidad del proceso de paz. No hay paz posible sin creación y estabilización de las instituciones.
Ahora, para mantener la paz se debe apoyar y fortalecer la justicia política, la justicia legal y la justicia social. No se puede olvidar que la gente tiene que comer, con paz o sin paz tiene que comer, entonces la justicia social en ese contexto implica una política de apoyo a los que no tienen la capacidad de trabajar, a los heridos de la guerra, por ejemplo, las personas de mayor edad tienen que recibir el apoyo del Estado a través de una política de justicia social.
¿Cuáles fueron las principales dificultades del proceso?
La postguerra siempre es una decisión difícil. El mandato puede decidir, ya vamos a establecer la paz, pero para mí, y este lo digo también como vietnamita, la primera dificultad que yo veo en mi caso, pero también en El Salvador, es la económica. ¿Cómo reconstruir una economía devastada por la guerra?
Para esto se necesita tiempo, para construir –por ejemplo– un hospital, te toma uno o dos años, pero un hospital sin doctores ¿para qué sirve? Los doctores se forman en 7 u 8 años. Entonces, precipitarse a construir un hospital sin pensar en la educación es ineficaz, y la dificultad de la reflexión de la política económica es ese: sin desarrollo, es más difícil de sostener la paz real, es más difícil reducir la brecha entre los que tienen y los que no tienen. Esa es la primera dificultad.
La segunda, es cultural ¿Cómo reconciliar a las personas? este es un problema más. La dificultad principal es construir una cultura de paz. La cultura de paz es complicada, porque hay también posiciones en todos los países que dicen: no hay paz sin justicia. Entonces tenemos que llevar a todos los asesinos a la justicia, esta es una discusión muy importante.
Yo te conté que mi tercera lección era en Sudáfrica porque en 1994, después de El Salvador fui a ayudar la organización de las elecciones del presidente Mandela. Antes de las elecciones asistí a las discusiones sobre la comisión de reconciliación y de verdad en el caso de Sudáfrica. La explicación que escuché allá fue muy sencilla: necesitamos la verdad para que la gente se sienta más tranquila que hay una justicia, pero tenemos también que inventar una fórmula para que los que confiesen su crimen, los liberamos. Los que no confiesen y escondan sus crímenes pasados si lo descubrimos, los vamos a sancionar. Este es una forma, yo diría, inteligente: tú tienes que reconocer tu acción, te perdonamos en nombre del interés superior del país. Pero si no lo reconoces es que eres capaz de volverlo a hacer.
La dificultad mayor es construir una cultura de reconciliación, de paz y del interés público nacional. Esta es la idea de que después de la paz tenemos que construir una ciudadanía, porque en la guerra se trata de a enemigos o adversarios, en la construcción de la paz se trata de un esfuerzo común para construir la ciudadanía, y la ciudadanía no se va a construir sin una idea muy clara de qué es el interés común, el interés nacional.
La desigualdad, por ejemplo, es peligrosa, porque la desigualdad tiene como producto la división de un país, de la sociedad.
En su opinión, ¿qué fue lo que heredó el proceso de paz salvadoreño a la ONU, en sus experiencias posteriores, incluso en la actuación actual de Naciones Unidas?
Lo que yo puedo decir, en el caso de El Salvador, es que en mi primera visita, en marzo de 1991 era un país devastado, un país donde por la noche nadie caminaba en la calle, y cuando me enviaron a San Miguel, igual. En San Miguel nosotros no salíamos del hotel, solo con dos o tres militares o policías, porque era una situación completamente de guerra.
Unos años después, unos diez años, fui a trabajar sobre las reformas electorales políticas de El Salvador, encontré una situación que llamo normal, esto es que en la tarde los jóvenes se van a bailar, a tomar un trago, a andar en la calle en una situación completamente diría normal, pero esta normalidad para mí era una lección importante.
Trabajamos en la ONU para la paz y la paz no es más que la normalidad que yo te describo.
Bueno, yo no entro en cosas teóricas de Montesquieu con las divisiones del poder o no.
El recuperar la vida normal de salir el sábado o domingo a la misa y luego a comer con la familia, andando con los amigos por la noche al cine. Éste es la vida normal.
Pero para esa vida normal, en el caso de un país como El Salvador, se pagó un precio muy alto. Los que nacieron después de la del acuerdo de paz no se dan cuenta de esto y cuando tú cuentas esta historia que yo le cuento a la gente dicen “bueno, estos viejos ya vienen con sus leyendas”
En caso de Vietnam, yo hablo con los jóvenes hoy de la guerra y para ellos es una cosa tan lejana, que es una invención de nuestra parte. De los que conocen y que siguen trabajando sobre el tema, la lección es que la memoria se pierde, especialmente la memoria de las cosas malas, se pierde, se transmiten de manera polémica, controversial, pero tenemos que recuperar lo bueno, porque la gente que te habla de la guerra hoy en día, te habla más del sufrimiento de la guerra, nunca te hablan de los aspectos positivos de la paz, porque para ellos es algo normal, es algo evidente. Ahora si al joven de 20 años le dices: No sales a la calle, te va a te va a insultar, porque esto es parte de su vida y este fue el esfuerzo de las autoridades y de la ONU.
Si podemos recuperar algo es que mantenemos la capacidad de que la gente viva una vida normal, estudiar, divertirse, viajar, ir a la playa. En mi tiempo, en 1991 no se salía de la capital a la Unión, para ir a la playa porque era peligroso. Entonces, tú puedes verlo que cuando dices qué lección, la lección es que algo muy sencillo, es algo, en cierto contexto, muy difícil.
En las en las misiones de paz de Naciones Unidas. ¿Cambio algo después de la experiencia de El Salvador?
Las misiones donde participé, porque, después, de El Salvador me fui a otras misiones, Haiti, Mozambique, Eritrea, Sudáfrica. La ONU, no sé, porque el contexto cambia. La lección principal es que la ONU tiene una un desafío importantísimo y es que en cualquier lado tiene que construir la confianza de la población. ¿Y, cómo construirla? ¿Como consolidar la credibilidad institucional y personal de la ONU en el campo? Esto es lo más difícil.
Lo logramos, por ejemplo, en el Guinea, en Sudáfrica y también en Zimbabwe todo este, pero después de ataque terrorista sobre Nueva York esto cambió, y ahora estamos pensando, reflexionando sobre cómo hacer este trabajo, de construcción de la confianza. Yo te envié, por ejemplo, la las 2 fotografías, una este nuestra discusión con el Ejército y la otra la discusión con las fuerzas del FMLN y manteníamos esta imparcialidad, este contacto con ambos lados, no con respeto, con entendimiento.
Pero hoy en día es casi imposible, porque no siempre hay 2 lados, hay grupos que te atacan. Mis colegas que ahora trabajan en África, o cuando fui a Afganistán para apoyar a la organización de las elecciones en2004, trabajamos desde nuestro bunker. Yo no pude andar, como el caso de El Salvador, visitando las zonas de conflicto, porque no hay zonas de conflicto, el conflicto es generalizado. Tú pasas cerca de una bomba y ya.
Entonces es un desafío para la ONU. Sí tenemos una visión muy clara: hablar con ambos lados, buscar intereses comunes y presentar una solución aceptable para todo el mundo. Y esto fue lo que hicimos que aprendí de Nicaragua y de El Salvador, porque Nicaragua recuerdo cuando un comandante sandinista que discutía con la ONU, un día se despertó y dijo, oigan señores, si podemos hablar con Dong, ustedes y yo, ¿por qué no podemos hablar entre nosotros?
Y este también fue el ejemplo de El Salvador. El día de los derechos humanos en diciembre del 1991 y 1992 organizamos recepciones para ambos lados. Todos llegaron. ¿Por qué? porque la ONU es todo el mundo. No es la casa tuya o mía, es la casa de todos los miembros de la comunidad internacional.
Pero ahora este lo repetimos, en Sudáfrica, en Zimbabue. Situación de conflicto, pero a partir del 11 de septiembre del año 2001 es más difícil.
¿Cuáles, en su opinión, son los elementos que consolidan una sociedad después de un conflicto armado?
Yo creo profundamente en la importancia de la justicia política que significa una igualdad legal, y de la justicia social. Hablamos de un estado de derecho, de fortalecer está justicia, la justicia no en general, sino dentro de la ley, porque hay discusiones sobre cuál es la relación entre ley y justicia. Yo diría la justicia es necesaria en todas las sociedades hay una forma de justicia que todo el mundo respeta, pero en un estado de Derecho, la justicia tiene que estar dentro de la ley, porque si no yo diría si me matas a mi hermano yo te mato, esta podría entenderse como una forma de justicia, pero es una justicia salvaje y no una legal. La ley debe asegurarte justicia, este también es un punto importante.
Y la justicia social, la idea de que tenemos derechos sociales, económicos, que son derechos constitucionales en todos los países que conozco.
En cada Constitución dice que el ciudadano tiene derecho a la educación, a la vivienda a una vida digna, pero la pregunta es la siguiente: ¿quién protege estos derechos económicos y sociales? Nadie.
El derecho político sí lo está. El derecho de votar, por ejemplo, hay un Tribunal, un Consejo que te protege si no te dejan votar. Los derechos políticos están muy bien protegidos en los países con Estado de Derecho, pero los derechos sociales ¿quién lo protege?
Entonces lo que a mí me parece importante es insistir sobre esta idea si tú tomas, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, porque es una declaración y no una solicitud para decir, miren señores estudiar, ir a la escuela, vivir bien, es mi derecho, yo lo proclamo, es una proclamación de mis derechos, como a la dignidad y a la libertad, no son derechos que yo voy a pedir a nadie. La dignidad es un derecho que yo como pueblo puedo proclamar.
Tú puedes matarme, pero con consecuencia. Yo tengo derecho como ciudadano, como ser humano, a la dignidad, a la vida, a la libertad, este es un derecho que yo tengo. También derecho a estudiar a vivir bien, a trabajar para sostener a mi familia, etcétera.
Estos son derechos, pero no son protegidos. Si tú puedes introducir la idea de qué es la justicia social, que la población tiene que gozar de estos derechos sociales, esta es para mí la construcción de la comunidad nacional.
Ya si tú ves en el debate, por ejemplo, en los países europeos, el desarrollo en Francia después de la Segunda Guerra mundial o antes, viene de la administración pública, no viene del sector privado. Para mí lo que da una gobernabilidad sostenible, durable es la construcción de una administración pública, incluida la justicia, y una policía fuerte es la lección de los países que salen de la guerra, siempre ha sido la construcción de una administración fuerte, la construcción de un sistema de justicia y una policía sólida.
No es que no hubo violencia, hubo después de la guerra, después de la guerra en Argelia y la violencia ahora con los problemas de control de la era postcolonial, son cosas que conocemos, pero controladas por una administración pública fuerte, por un sistema judicial sólido y una policía más o menos aceptable en términos de la lucha contra la corrupción. Esta no es una respuesta inmediata, porque sabemos de dónde viene la violencia, pero no sabemos cómo enfrentarlo al nivel de una organización.
Yo participé en las primeras discusiones sobre la construcción de una Policía Nacional Civil en El Salvador. Es fácil construir un cuartel de policía, pero es difícil capacitar a la policía, esto lleva tiempo.
¿En su opinión qué le heredó el proceso de paz a El Salvador?
Hay una cosa muy clara si podemos hablar hoy de manera tan directa sobre las situaciones del país o los conflictos del país es porque se firmó el Acuerdo de paz. Y con la paz que tuvimos el 92, la libertad de expresión, la libertad de opinar y la libertad, especialmente, de evaluar el problema social del país.
Podemos hablar de todo lo referente del conflicto, ¿tú tienes que tomar lado?, toma posición. Esa es una condición fundamental, sin paz no hay libertad de expresión, no hay libertad de pensar en el futuro porque el futuro era la guerra.
Los debates son importantes. ¿Dónde vamos a buscar la solución a la violencia?, por ejemplo. Sí, es importante, pero tenemos con que recordamos que sin la paz, no hay libertad de pensamiento ni de palabras.
Otra manera de presentarlo, cuando hablo de Sudáfrica, en 1994, antes de las elecciones de Mandela, ¿Quién habló de la desigualdad social? Nadie hablaba de desigualdad, tuvimos que esperar a las elecciones, esperar el renacimiento de la paz y de la democracia para decir que es una sociedad desigual.
Entonces yo creo que los jóvenes hoy toman la paz como algo ya dado, porque ya nacieron en la paz, ¿para qué hablar de la guerra?, pero no se dan cuenta de que sin esta paz ellos no podrían tener una perspectiva de futuro y no podrían tampoco tener una conciencia de que la violencia es fatal para la sostenibilidad de la comunidad nacional.