“El COVID-19 no sólo cambió nuestra forma de vivir, sino también la forma de morir”
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Ante al duelo, niños, niñas y adolescentes necesitan ser incluidos y acompañados. Para que reciban el apoyo necesario, los adultos deben cuidar su salud mental.
La pandemia ha provocado en la población distintos duelos paralelos, no solo se trata de la pérdida de un ser querido o conocido, sino que también sufren la distancia con los seres queridos, amigos y familiares, o la pérdida de bienes materiales, del hogar o del trabajo. Frente a esta ruptura abrupta de la vida cotidiana, UNICEF en asocio con Fundación Silencio (FUNDASIL) presentó el nuevo servicio de atención psicológica y soporte emocional destinado a niños, niñas, adolescentes y sus familias afectados por la pandemia del COVID-19; y para el personal de salud de primera línea.
La iniciativa busca mitigar los efectos nocivos en la salud mental de las familias salvadoreñas provocados por el aumento del estrés y la ansiedad que se presentan en el contexto del COVID-19, con especial énfasis en el apoyo a casos de duelo.
En este artículo se destacan los aspectos más relevantes de la conversación sostenida por Facebook Live entre Roberto Rodríguez, especialista de protección de UNICEF y las profesionales de la salud mental María José Figueroa y Rebeca Cáceres, de la Fundación Silencio (FUNDASIL).
UNICEF/P: ¿Qué significa el duelo en el contexto de COVID-19?
Licda. Figueroa/R: El COVID-19 no solo cambió la forma de vivir, sino también la forma de morir. Estoha provocado cambios en todas las dimensiones física, social, emocional, cognitiva, y espiritual del ser humano. Cada persona lo experimenta de muy diversas formas, sobre todo lo relacionado con la asimilación de pérdidas o en el soporte emocional que cada persona recibe.
El duelo es la reacción normal y adaptativa ante la pérdida, ya sea de una persona querida, un animal, un objeto, una etapa o un evento significativo, y este duelo dependerá del vínculo que se tenía con ese ser u objeto.
P: ¿Hay cambios en el duelo antes de la pandemia y durante la pandemia?
Licda. Figueroa/R: Si los hay, la dimensión social de las despedidas se ha visto eliminada de forma justificada para evitar males mayores. Las exigencias sanitarias actuales han limitado en gran medida estas expresiones que validan el dolor y el sentimiento de pérdida de la persona doliente y por eso dificultan la elaboración de un duelo.
Es importante que tengamos en cuenta que esa pérdida tiene que ser compartida, acompañada y sostenida, como dolientes en estas circunstancias, necesitamos saber que nuestro dolor tiene un impacto sobre los demás. Esto siempre ha sido así, pero hoy en día no tenemos ese acompañamiento físico que tanta falta nos hace.
Cuesta mucho asumir la muerte, y aún más cuando no se ve, no se toca, y no se acompaña a la persona que ya no está. En nuestra cultura los rituales y, los símbolos, son muy importantes. Velar a una persona nos permite elaborar reflexiones, sentimientos, y pensamientos que hoy en día no los estamos teniendo.
La pérdida de un ser querido en estos tiempos tan distintos en los que las noticias nos llegan por teléfono, las despedidas nos producen procesos de negación, ira y tristeza prolongadas.
P: ¿Existen diferencias en las formas de sobrellevar el duelo entre adultos y las niñas, niños y adolescentes?
Licda. Cáceres/R: El duelo es un proceso que no todos vivimos de la misma forma, también es importante tomar en cuenta la edad. Los niños y niñas lo viven de manera diferente de acuerdo con la etapa de desarrollo en la que se encuentran.
En la etapa inicial de cero a tres años, los niños y niñas ni siquiera están entendiendo qué es la muerte, o qué es lo que está pasando, sin embargo, si pueden observar, reconocer, percibir lo que sus padres o cuidadores están sintiendo. Por ejemplo, puede percibir la tristeza, los cambios, o la ansiedad. En estas edades es muy importante que la rutina se mantenga en la medida de lo posible.
Muchas veces como adultos queremos ocultar toda la información a los niños y las niñas por miedo a que se enteren, por no querer lastimar, dar información de más, porque no lo van a asimilar o al contrario, por dar demasiada información que no puedan asimilar.
Es importante tener esto claro esto para saber cómo atender la necesidad emocional de mi hijo o hija.
En las edades de tres a siete años, pueden comenzar a percibir lo que es la muerte como algo temporal y reversible. Este concepto viene de las caricaturas donde ven que los personajes mueren y al momento se convierten en algo que sigue vivo. Incluso se pueden cuestionar y preguntar ¿qué come la persona que murió? ¿Qué está haciendo? ¿Dónde está? En estas edades los niños y las niñas son pensadores concretos y ven las cosas como las escuchan.
Muchas veces queremos engañarlos un poco, para no provocarles dolor o porque no van a entender, y les decimos “es que se fue a dormir” o “está trabajando” y estas mentiras generan en la infancia más ansiedad. Ahora me va a dar miedo dormir o cuando mi familia salga a trabajar, por si no lo voy a volver a ver, como la persona que perdí. Por eso es importante decir la verdad con claridad.
En estas etapas de la vida los comportamientos pueden ser un poco regresivos, quizá ya pueden ir al baño o hablar, pero en el duelo pueden retroceder en su proceso de desarrollo, son conductas normales y esperadas. Como no todos vivimos el duelo de la misma manera, hay niños y niñas que se pueden volver más irritables o más apegados a alguien, o sentir más miedo o angustia de quedarse solo.
Cuando tienen entre siete y diez años comienzan a entender el evento como un final, aunque no entienden del todo que es universal, que a todos nos va a pasar, que es un proceso en la vida. Muchas veces pueden sentir que son culpables porque no hicieron algo o al contrario que es por culpa de lo que dijeron o hicieron. En esta etapa pueden empezar a personificar la muerte, o los fantasmas, es importante que puedan expresar sus emociones. A veces no lo pueden hacer de manera verbal, pero lo pueden hacer por medio del juego, por eso tenemos que estar muy presentes.
Además de la culpa pueden sentir mucho apego hacia la persona que se ha quedado con ellos, por ejemplo, si una tía murió puede surgir la pregunta ¿mamá cuándo te vas a morir? ¿te va a pasar lo mismo? Por eso debemos ser cautelosos, hay que explicarles y darles un mensaje claro.
En la adolescencia se vive de manera diferente, ya entienden la muerte como lo que es y por su propia etapa de desarrollo, por la búsqueda de identidad, y la falta de confianza en la familia es importante que entiendan la muerte como cualquier adulto. Quizás puedan resistir porque no hay confianza en el cuidador o cuidadora, lo van a preferir en un bar con un amigo, por eso los adultos debemos ser pacientes con los adolescentes.
Podemos alentar que expresen el dolor de manera saludable, buscar herramientas y formas de poder expresarlo. Puede ser que también acudan a encontrar el alivio del dolor y las expresiones de las emociones de maneras no saludables, con conductas de riesgo.
Es importante decir a los adolescentes que con ejercicio pueden disminuir la tensión, o con la música, tener la libertad de expresar lo que están sintiendo y así poder crear sus propias estrategias de afrontamiento.
Es vital poder escucharlos porque los cambios de la edad pueden hacer sentir una amplia gama de emociones en torno a la muerte. También pueden experimentar mucho enojo, y culpa y los comentarios alrededor pueden afectar o beneficiar el proceso de duelo. Es importante que tengamos estos espacios, esta paciencia, y esta apertura para escucharlos.
Todas las experiencias van a ser diferentes de acuerdo a nuestras creencias, y costumbres, y nuestra personalidad, incluida la forma en la que voy experimentando mis emociones.
P: ¿Cómo podemos apoyar el cuidado de la salud mental de niñas, niños y adolescentes en el momento de enfrentar el duelo en el marco de esta pandemia?
Licda. Figueroa/R: La salud mental se debe cuidar no solo en el momento de duelo, es preciso cuidarla desde antes con explicaciones previas de todo lo que está pasando. Ya en el momento del duelo, los adultos deben cuidar su salud mental para poder proporcionar a niños y niñas la ayuda que necesitan.
Los niños y las niñas no necesitan ser rescatados ni excluidos de la realidad en la que viven, necesitan ser incluidos, validados, y acompañados. No hay peor entorno que aquel en el que no se acompaña o se incapacitan las emociones.
Lo primero que se debe hacer es ajustar las expectativas del adulto, tanto de la actitud apropiada que se espera de ellos y ellas, como de aquello que es posible hacer o no en esa situación.
Debemos considerar que al momento de enfrentar un duelo la noticia debe ser transmitida por personas queridas y cercanas al niño o niña. Se debe comunicar la noticia lo antes posible, preferiblemente de forma inmediata.
El lugar donde se comunique la noticia debe ser tranquilo y propicio para las distintas reacciones que el niño o la niña pueda manifestar. Debemos evitar usar eufemismos como: se ha ido, o está dormido. Se debe explicar que la persona ha muerto y no va a volver.
Explicar que el familiar ha fallecido debido por COVID-19, aclarar que el familiar se puso muy mal y fue progresivo, para evitar que cada vez que alguien se enferma el niño o niña crea que se va a morir.
No ocultar nuestros sentimientos en su presencia y responder desde nuestro sentir. “Yo aquí estoy”, “Yo también lloro”, o“Yo también siento tristeza”.
Explicar por qué no vamos a poder despedirnos del familiar, debemos de buscar maneras de transmitir el amor sin estar presente: mandando besos frente a la cámara, realizando un dibujo a la otra persona, realizando video llamadas con los compañeros, tratando deque la rutina sea lo menos cambiante.
Permitir que el niño o niña exprese sus emociones, pero estar preparado para que expresen rabia, ira, tristeza y ofrecer alternativas que ayude al niño en estos momentos.
Al igual que los adultos a los niños y niñas se les debe acompañar desde su necesidad, sus formas, tiempos y no imponerles la nuestra.
Procurar no usar frases como “tenes que ser fuerte”, “no llores”, o“no está bien enfadarse así”. Es normal llorar, enfadarse, yo también he llorado, también me duele. Lloramos juntos.
Garantizar afecto a nuestros niños y niñas.
Si nosotros como madres, padres y cuidadores estamos muy afectados y no podemos asumir nuestras responsabilidades es necesario que pidamos ayuda a un profesional o buscar una figura significativa que garantice la atención necesaria mientras los padres, madres o cuidadores se recuperan emocionalmente.
Va a ser importante mantener una rutina y evitar el contacto con imágenes o mensajes que no son para ellos.
En el caso de los adolescentes sus reacciones pueden variar porque están en un periodo de desarrollo, la diferencia entre las expresiones emocionales entre un adolescente y un adulto se basa en la fuerza y las circunstancias de riesgo en el que se ven expuestos los adolescentes.
En estos momentos no se necesita ser fuerte, se necesita mayor empatía, ser amados y ser cuidados. Los adolescentes van a requerir más respeto y no mantenerlos ni muy cerca para no agobiarles, ni muy lejos para que no se sientan tan abandonados, sino que buscar cierto equilibrio. Incluirles en las decisiones, darles su espacio, posibilitarles que hablen con sus amigos y la compañía incondicional de parte del adulto al momento de enfrentar el duelo.